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Maternidad

Hija, gracias por los maravillosos dos años

Hoy 26 de junio Little Monster cumple tres años. Leo esto que acabo de escribir y no lo puedo terminar de procesar. ¿Tres años? ¿Ya tan pronto? Es ahora cuando me doy cuenta de lo cierta que es esa frase, la que dice que en la maternidad los días son largos pero los años son cortos.

Antes de empezar a escribir este post tuve que tranquilizarme, pues estaba hecha un mar de lágrimas. Tres años. Mi hija crece y no hay nada que yo pueda hacer para impedirlo. Siento tristeza pero mucha alegría al mismo tiempo. Los dos años han sido un reto, pero también nos ha traído muchas de las cosas más hermosas que jamás creí experimentar.

Por eso me gustaría hacer un recuento de todo lo vivido en este último año. Quiero compartirlo para que puedas ver que los dos años no son tan terribles como se dice. Para mí, fueron en realidad maravillosos.

Fue el año en que comenzaron las travesuras

Algo hay de cierto en la fama que tienen los dos años: las travesuras aparecen, tomándote casi por sorpresa. Debo decir que en este aspecto me siento muy afortunada pues mi niña resultó bastante tranquila.

La “peor” travesura de Little Monster fue vaciar mi bolsa un día mientras yo estaba ocupada lavando trastes y de repente aparecer con las manos totalmente cubiertas de labial rojo, dándome un susto tremendo. Hasta la fecha recuerdo el terror y preocupación que sentí al verla con sus manitas extendidas y no saber si era sangre, pintura o qué.

Fuera de esa primera gran travesura al cumplir los dos años, el resto fueron solo inocentadas como esconderme alguna cosa o quitarse toda la ropa (pañal incluido) y andar corriendo desnuda por la casa carcajeándose mientras yo corría detrás de ella.

Fue el año de primeras aventuras

En este año los viajes en familia fueron muy distintos. Sin duda viajamos más, pues ya no teníamos que andar cargando casi con la casa entera cada vez que salíamos de viaje y ella lo disfrutaba mucho más.

Ahora le gustaba caminar por todos lados, tocar todo y acercarse a ver las cosas para admirarlas mejor. A sus dos años y cuatro meses, hicimos nuestro primer viaje en avión y conocimos a muchas de mis amigas mamás blogueras.

A sus dos años y diez meses fuimos por primera vez a Disneyland, y a diferencia de lo que mucha gente piensa, a ella le encantó. Dos meses después sigue hablando de ese maravilloso viaje en el que su sonrisa fue la mejor de las recompensas.

Fue el año en que comenzó a expresarse de muchas maneras

Los dos años llegaron para expresar y dejar salir todo lo que ella quiso comunicar desde que llegó a mis brazos.

Aparecieron sus primeras frases compuestas, sus primeras canciones, sus primeras preguntas. No solo ya se expresaba hablando, ahora también grita de emoción y canta y baila cuando algo le gusta. Canta y baila con una energía y alegría inmesurables. No hay día en que no cante por lo menos una canción, aunque sea una inventada por ella misma, especialmente cuando está feliz.

Pero sin duda, lo mejor, lo máximo, lo que no tiene comparación con lo que pudieron darme los años anteriores ni lo que me darán los siguientes fue escuchar su primer “te quiero” y su primer ” te amo”. Fue el año de muchos abrazos, muchos besos, mucho amor.

Fue el año en que comenzó a definir sus gustos e intereses

Bien dicen que los dos años son la edad de la experimentación y rebeldía. Ella comenzó a tomar sus propias decisiones. Se dio cuenta que tenía voz y era capaz de elegir qué hacer y qué no. Algunos días fueron fáciles, otros no tanto.

Fue poco a poco definiendo lo que le gustaba y lo que quería. Su color favorito es el verde, o al menos es el que siempre menciona y se emociona cuando mira algo de ese color. Sus películas favoritas son Wallace & Gromit, Coraline y Toy Story (todas) y podemos verlas una y otra vez. Escucharla cantar “Yo soy tu amigo fiel” es un deleite para mis oídos. También elige siempre ver Paw Patrol y como buena fan, pidió de Skye su mochila.

Ahora ella también elige su ropa, sus zapatos y el vasito de agua que se llevará cuando salimos de casa. Le pregunto qué quiere de desayuno. Su favorito últimamente es “huevito con bolita”, que entre los adultos conocemos como huevo cocido, pero que para ella es una maravilla.

Fue el año en que entró a la escuela

Aún recuerdo la enorme angustia que sentía de solo pensar en dejarla bajo el cuidado de alguien extraño, en un lugar extraño, con niños extraños. Alargué esto el mayor tiempo posible hasta que por necesidad ya no pude más. Era el momento de soltar a mi bebé por primera vez.

Pasé noches hecha un mar de lágrimas pensando en todo lo que podría salir mal. En que yo no estaría a unos pasos de distancia si algo le ocurría. en que no quería que sufriera al verme decir adiós y dejarla en un lugar nuevo, desconocido.

Los días previos me arrepentía de mi decisión, pensaba que podía ingeniármelas con ella en casa para poder trabajar. Al final no me quedó elección. Fue muy difícil al principio. Pero en realidad, quien lloró y lloró el primer día de clases y el segundo y el tercero, fui solo yo. Ella se adaptó tan fácilmente que yo sentí como si me hubieran arrancado el corazón. Supongo que es parte de ser madre y aprender a dejar ir a nuestros hijos. Todo es un proceso.

Hoy ella es una niña feliz en su escuela que se la pasa hablando de sus compañeros y de los cuales ya nos sabemos sus nombres: Isabella, Melissa, Óscar, Frida, Alejandro, Beto. Todos los días corre a recibirme con un abrazo cuando paso por ella a la escuela y me cuenta emocionada lo que hizo durante el día. Después de todo, ella es feliz. Y eso es lo único que importa.

Fue el año en que se hizo independiente, pero al final del día aún pide a mamá

No voy a mentir. Me duele ver a mi hija crecer. Me duele porque siento que el tiempo pasa volando y de alguna manera siento que no lo he aprovechado al máximo. Pero a la vez disfruto y me enorgullezco de ver la hermosa niña en la que se está convirtiendo. Verla cada día dejarme sin palabras con las cosas que se le ocurren y lo maravillosa que es.

El verle segura, independiente, confiada es algo que me provoca sentimientos encontrados. Pero afortunadamente -al menos para mí- ella sigue siendo aún muy pequeña. Por las noches aún le hace falta acariciar mi cabello o abrazarme para dormir sintiéndose tranquila y amada.

Así que no me queda nada más que agradecerte hija, por haber hecho de estos “terribles” dos años, unos realmente maravillosos. Te amo.

Soy Lucy, diseñadora, editora y mamá millennial. Amo escribir y compartir reflexiones, experiencias y consejos que puedan ayudar a otras mamás. Creo que la maternidad debe tomarse con una taza de café, mucho sentido del humor y un toque de amor propio. Me apasiona hablar de autocuidado, ocio familiar, libros y salud mental

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