
De tu actitud depende tu día, lecciones de mi hija de tres años
Dicen que la diferencia entre un buen día y un mal día es tu actitud. Y esta semana mi pequeña Lucía se encargo de demostrármelo, recordándome que la mejor actitud siempre será encontrarle lo positivo o el sentido del humor a cualquier situación.
Este viernes justo a la hora de ir a recoger a Lucía a la escuela, comenzó a lloviznar y como en esta ciudad la lluvia suele ser un mal chiste la mayoría del tiempo, decidí no llevar paraguas (principalmente porque no lo encontré y se hacía tarde).
Llegando a la escuela me encuentro con que no había estacionamiento cerca, algo bastante usual, así que me estacioné una cuadra antes. Caminé y cuando llegué a la escuela me entregaron a Lucía y entramos a la oficina para ver unas cosas con la directora. Tardamos algunos minutos porque no éramos las únicas y cuando salimos ya había comenzado a llover fuerte.
Me puse mi mochila, tomé a Lucía en los brazos y salimos para irnos de la escuela, ¡estaba heladísima el agua! Apenas llevábamos dos o tres pasos cuando nos caen en la cabeza y el cuello las gotas gigantes y heladas. Gritamos las dos ¡aaaah! Y acto seguido nos carcajeamos. El resto del camino fue una mezcla entre risas y grititos mientras caminaba apresurada rumbo al coche, la gente que nos vio probablemente pensó que estábamos locas por ir riéndonos y gritando bajo la lluvia. Algunos voltearon a vernos y se rieron con nosotros.
Nos subimos al carro y tomamos nuestro camino, aún riéndonos de la “tomenta” como dijo Lucía cuando llegué por ella.
Sí, la actitud es todo
Pude haberme enojado porque llovió, porque olvidé el paraguas o porque nos mojamos y haber dicho y pensado “maldita lluvia“. Pero ella me contagió su risa y emoción, haciendo de ese escape bajo la lluvia una anécdota linda entre madre e hija.
Gracias hija por demostrarme que la diferencia entre un buen día y un mal día sí puede depender de tu actitud.
Foto Madre e hija en la lluvia de Shutterstock