El día que perdí la paciencia
Dicen que nunca debes responder una carta cuando estás enojado y no debes hacer promesas cuando estás feliz. Pero nunca mencionan nada acerca de la tristeza. Escribí esto después de secar mis lágrimas. ¿Hice bien en continuar? No lo sé. Solo sé que necesitaba expresar lo que siento.
Ser madre no es fácil. Sé que al decir esto no estoy descubriendo el hilo negro ni estoy revelándoles ninguna verdad oculta. Así que lo diré de una manera más coloquial: ser madre es una chinga.
No quiero entrar en el típico discurso de que las madres hacemos esto, eso y aquello y nadie parece apreciarlo. Quiero hablar de lo difícil y retador que es educar a un pequeño ser humano. Es ponerte a prueba todos los días, en todas partes y en todo momento.
Enseñarle a una versión miniatura de ti misma a controlar sus emociones y a comprender ciertos razonamientos es mucho más complejo de lo que podría parecer. Este fue un día particularmente difícil. No culpo a mi hija ni me culpo a mí porque no creo que esto se trate de señalar o buscar culpables, sino de hacer un análisis de nuestras acciones y ver qué es lo que nos llevó hasta ahí.
Quizás yo me levanté con el pie izquierdo. Quizás permití que mis problemas y preocupaciones estuvieran todo el día atormentándome y por eso mi paciencia no parecía estar por ningún lado. Quizás mi hija no durmió bien y por eso andaba más sensible que de costumbre. Quizás algo le molestaba y no supo cómo decírmelo. Quizás su frustración pudo más al no saber aún cómo interpretar sus emociones.
Pero lo que sí sé con certeza es que no quiero que lo que hoy ocurrió vuelva a suceder. Este día perdí la paciencia. Después de una larga jornada de rabietas, perdí toda compostura y reaccioné al enorme berrinche de gritos y patadas en el estómago de mi hija con ira y hartazgo. Reaccioné con gritos y empujones. Con palabras feas, que en realidad no siento.
Justo en el instante en que eso ocurrió, me arrepentí. Incluso creo que me arrepentí antes de terminar de reaccionar. De inmediato le pedí perdón a mi hija, la abracé y comencé a llorar. Ella estaba tan asustada que hizo lo mismo. Nos abrazamos y lloramos juntas.
Le pedí perdón tantas veces que ni siquiera logro recordar cuántas fueron. Mi niña estaba llorando porque su mamá se había enojado como nunca, y a pesar de eso, su mamá era la única persona con la que quería estar y a la que abrazaba con todas sus fuerzas.
Me avergüenza sobremanera haber reaccionado como lo hice. Si algo tengo muy claro es que amo a mi hija y jamás será mi intención hacerle daño. Pero me he dado cuenta que cuesta mucho trabajo ser paciente cuando fuiste educada de otra manera.
Creo que muchas o la mayoría de quienes somos madres actualmente tuvimos una crianza donde se nos corregía con golpes. Antes nadie hablaba de las consecuencias y repercusiones psicológicas que este tipo de violencia causaba en los niños. Antes era “lo normal” y “no pasaba nada”.
Pero ese es justamente el problema. Crecimos pensando que esa era la manera de hacer las cosas y de algún modo, eso quedó implantado en nuestro subconsciente.
Yo siempre he tenido bien claro que no quiero criar a mi hija como yo fui educada. Hablo específicamente de los golpes, porque tampoco considero que mi infancia haya sido mala o traumática. Creo que fue bastante buena, exceptuando ese detalle de las correcciones con castigos físicos.
Pero he encontrado que es muy, muy pero muy difícil criar con apego cuando fuiste criada con castigos y amenazas. “Si no te portas bien, esto“, “si no haces caso, aquello“. Y si no hacías lo que te decían o te portabas mal, venía el golpe. Como madre sé que tengo miles de cosas por aprender. Pero definitivamente algo en lo que quiero trabajar es en la paciencia.
Cambiar el chip no es fácil. Luchar contra esa reacción automática que durante mucho tiempo de tu vida viste como “lo normal” no es sencillo. Pero confío y sé que es posible.
Me pregunto si habrá otras madres que estén pasando por lo mismo. Si me lees y te sientes identificada solo quiero decirte una cosa: vamos a lograrlo. Con mucho esfuerzo, con amor, meditando, con paciencia y tomando los espacios necesarios para respirar, sé que podremos hacerlo.
Lucy, tengo una niña de 1 año y 9 meses y se lo dificil que es. A veces me siento sobrepasada, estoy todo el día con ella, y en esta edad tan complicada de berrinches no se como manejarlo. Me pongo muy nerviosa y le grito, despues me siento muy culpable, pero lo vuelvo a hacer y no se como parar ese comportamiento. Te entiendo completamente!!
Concuerdo contigo en todo. Y ya me pasó, hubo un día en que también perdí la paciencia. Esa pequeña virtud que no tenemos pero que debemos aprender al ser madres, porque amor nos sobra mucho, pero ¿paciencia? ¿qué es eso? ¿con qué aplicación la obtengo? Y nos damos cuenta que solo practicándola la obtienes, manejando tus emociones, tus frustraciones, anteponiendo la razón a las vísceras. No es fácil pero como dices, ¡LO LOGRAREMOS!
Un abrazo de madre a madre. =)
Son días difíciles, muy difíciles. La maternidad nunca es fácil, la sociedad nos ha hecho creer que todo debe ser color de rosa y hay veces en que no es así.
Como dices, son cosas que se quedan en nuestro inconsciente y cuando menos nos lo esperamos, salen como corcho de champaña.
Eres una gran madre, como todas, tienes días mejores que otros. Ánimo, para eso estamos las amigas, para escucharnos, para hacernos ver cosas que a veces no notamos por el estrés o los problemas.
Te abrazo mucho.