Carta a la mini adolescente de cuatro años que tengo en casa
Resulta que tengo una mini adolescente en casa. Con el paso del tiempo y el desarrollo de mi hija Lucía, me he dado cuenta que desde los tres años, los niños son una especie de adolescentes en miniatura. Hay tantas cosas que encuentro similares entre ellos y los adolescentes reales.
Sé que cuando llegue la verdadera adolescencia de Lucía las cosas serán muy distintas a nuestra vida y dinámica actual. Pero por lo pronto, siento como si tuviera una mini adolescente en casa.
Reflexionando un poco, me he dado cuenta que además de no poder publicar tan seguido por la carga de trabajo que tengo actualmente, hace tiempo no le dedico una carta a mi hija, algo que me había propuesto hacer desde que era bebé.
Hay tantas cosas bonitas, graciosas y divertidas que he vivido con Lucía, pero que no me he dado el tiempo de escribir para recordarlas en mi mente siempre. Así que ahora, sin motivo en particular o sin que sea una fecha en especial, escribiré una carta a mi hija de cuatro años, mi traviesa mini adolescente.
Carta a mi mini adolescente de cuatro años
Querida Lucía,
¡Qué rápido estás creciendo! Siento como si fuera ayer cuando aún balbuceabas y no podías decir más allá de una vocal o de esbozar una dulce sonrisa. Cuando aún eras una bebé de brazos, a la cual adoraba llenar de besos, y que hasta la fecha, sigo haciendo.
Hemos pasado por muchas cosas en el último año, y ahora que llevamos una vida a solas tú y yo, me gustaría recordar un poco de la divertida y complicada etapa que pueden llegar a ser los tres y cuatro años.
Empezando por esas grandiosas lecciones de vida que me das, en las que me invitas a ser más positiva y menos apática. Me regresas la ilusión y esa habilidad de maravillarse por las pequeñas cosas de la vida, que en realidad, suelen ser las más grandes pero no siempre nos damos cuenta.
Hoy ya eres una niña que habla sin parar, como si se hubiera acumulado todo lo que no pudiste expresar en voz alta cuando eras una bebé. Aunque a veces desearía tener unos minutos de silencio, me encanta tener conversaciones contigo, porque siempre, de alguna manera, me haces reír.
Aunque debo admitir también, que muchas veces tus preguntas me ponen a prueba, cuando no sé bien cómo responder o me doy cuenta que mi personalidad adulta se conforma con una respuesta plana, mientras que tu deseas descubrir todos los secretos de cómo funciona el universo.
Siento que en muchas cosas aún eres una bebé. Todavía me buscas con tus manitas cuando tomamos una siesta juntas y me abrazas fuerte para que no me escape, casi al grado de asfixiarme de tanto amor y calor que necesitas y también me das.
Pero en otras, veo que eres una niña que va madurando y creciendo rápidamente. Que incluso tiene una forma tan lógica, razonable e inteligente de pensar, que me da miedo. Pero no me das miedo tú, mi pequeña, me da miedo la posibilidad de fallarte como madre, de no saberte guiar y de meter no una, sino todas las patas posibles.
A veces, cuando tienes esos momentos de mini adolescente en los que te enojas conmigo porque que niego algo que no considero conveniente para ti, me desespero. Es difícil intentar hablar contigo cuando me dices “estoy enojada” y te alejas de mí. Eventualmente, volvemos a abrazarnos y todo se soluciona, pero me gustaría que no ocurrieran esos momentos.
Sé que todo son etapas y que en esta mini adolescencia estás experimentando con mis límites de paciencia y descubriendo hasta dónde eres capaz de llegar con tu independencia. Debo ser paciente, debo escucharte y debo guiarte. A veces quisiera que existiera un manual lleno de trucos para poder descifrar lo que pasa por tu mente y así evitar malos ratos. Pero entiendo que todo eso es parte de crecer.
Las dos estamos aprendiendo una de otra, yo sigo puliendo mis habilidades maternales y tú vas creciendo rápidamente, para pronto convertirte en mayor y hacer cosas de “niñas grandes”.
Desearía poder congelar el tiempo y que te quedaras así como estás. Sí, incluso con los berrinches o malos ratos que tenemos. Pero el tiempo no se detiene y la vida sigue.
Mientras tanto, seguiré disfrutando todo el tiempo que me sea posible, estos primeros años en los que aún me llamas “mami” y que me pides que estemos juntas. Te lo he dicho siempre y te lo repito ahora: mamá nunca te va a abandonar. Mamá te ama.
Foto de stock Mamá jugando con hija de Hrecheniuk Oleksii/Shutterstock