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Seguiré acurrucando a mi hija aunque ya no sea bebé
CrianzaMaternidad

Sí, seguiré acurrucando a mi hija aunque ya no sea bebé

Creo que muy pocas cosas pueden igualar ese sentimiento que nos llena cuando estamos acurrucando a nuestros hijos. Es una sensación muy bonita, cálida y tierna, que disfrutamos muchísimo tanto madres y padres, como hijos.

Hace unos días estaba pensando en una reflexión personal que escribí años atrás cuando mi hija era una bebé, acerca de esa odiosa frase que muchas personas nos repiten: “no lo cargues tanto porque se va a malacostumbrar“, que a estas alturas de la vida creo que la frase debería ser “no lo cargues tanto porque te vas a malacostumbrar“.

Y es que quienes hemos elegido seguir la crianza en brazos sabemos que abrazarles, cargarles y acurrucarnos con ellos es una cosa preciosa. Es hacer palpable ese infinito amor que sentimos hacia ellos y ellos hacia nosotros.

Por qué seguiré acurrucando a mi hija aunque sea mayor

Mi hija dejó de ser bebé hace tiempo ya (recientemente cumplió siete años), pero en todo este tiempo nunca hemos dejado de abrazarnos ni mostrarnos cariño. En la mayoría de las ocasiones esto es algo que surge de forma natural: somos muy cariñosas entre nosotras.

Pero otra razón (y el motivo por el cuál estoy escribiendo esto), es esa sensación de nostalgia/culpa que me invade cada cierto tiempo. A veces llega cuando mi hija me muestra algo nuevo, y otras cuando estamos haciendo cosas rutinarias. Pero en ambos casos mi pensamiento es el mismo: qué rápido está creciendo.

Entonces recuerdo esos días en los que era una pequeñita, cuando luché por seguir mi instinto e hice exactamente lo opuesto a lo que me decían: la abracé. Muchísimo. Tanto que las dos caímos en la famosa “embracilada”. Pero fuimos muy felices.

Con el tiempo y la adquisición de su independencia, comencé a llevarla menos en brazos -aunque todavía hago el esfuerzo por cargarla si así me lo pide-, y a veces añoro esos momentos en los que la llevaba conmigo a todos lados.

Me da gusto que haya crecido y se haya convertido en una niña independiente y segura, contrario a todo lo que me habían advertido con ese “consejo” absurdo. Pero es precisamente por esa independencia, que valoro mucho esos momentos en los que aún me busca para abrazarme o sentarse en mis piernas. Por que sé que cada vez serán menos. Y no porque ya no nos amemos igual, sino porque así es la vida: una serie de cambios constantes.

Afortunadamente, aún tenemos un poco de esa magia de la embracilada, y nos encanta acurrucarnos juntas para platicar, ver la tele o tomar una siesta. Aunque ya no es una bebé y cada día cabemos un poco menos en el sofá juntas, continuamos disfrutando mucho estos momentos.

Así que sí, siempre que ella me lo permita y así lo desee, seguiré acurrucando a mi hija aunque ya no sea una bebé, porque la crianza en brazos y el amor de madre no termina cuando nuestros hijos crecen. Permanecen toda la vida, y abrazar “demasiado” a nuestros hijos es una de las cosas por las que nunca debemos sentirnos culpables.

Foto: Woman photo created by freepik – www.freepik.com

Soy Lucy, diseñadora, editora y mamá millennial. Amo escribir y compartir reflexiones, experiencias y consejos que puedan ayudar a otras mamás. Creo que la maternidad debe tomarse con una taza de café, mucho sentido del humor y un toque de amor propio. Me apasiona hablar de autocuidado, ocio familiar, libros y salud mental

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