- Posted on 06/03/2016 - Updated 19/07/2022
- by Lucy Ortega
Desde que era una niña siempre supe que estudiaría una carrera para luego ser una mujer trabajadora. Veía los ejemplos de mi madre y mi abuela materna, ambas maestras y mujeres que trabajaban fuera de casa. Creo firmemente que las mujeres podemos cambiar el mundo y que tenemos la capacidad intelectual para poder trabajar y ser líderes igual o mejor que un hombre (y digo esto sin intenciones de hacerlos menos a ellos).
En pocas palabras, crecí siendo feminista. Defiendo, apoyo y aplaudo a la mujer para que siga sus sueños, para que estudie, aprenda, siga mejorando día con día y se supere a sí misma. Para que seamos independientes, educadas, capaces y sobre todo, libres para decidir. Me siento orgullosa de ser mujer y de ver lo lejos que hemos llegado gracias a aquellas primeras valientes feministas.
Pero hubo un pequeño error, al menos en mi opinión, en este largo camino que se ha recorrido en favor de las mujeres, y creo que ocurrió en cómo se fue quizás alterando y aplicando la definición de feminismo a través de los años.