El campamento escolar, nuestra primera separación
Este año en la escuela de Lucía decidieron organizar un campamento escolar en lugar del tradicional festival de fin de cursos. Las razones eran muy buenas: menos gasto, menos cansancio para los niños al no tener que ensayar diariamente una rutina de baile y desde luego, más diversión para ellos.
Cuando las maestras lo propusieron, todos los papás estuvimos de acuerdo, nos pareció una buena idea y seguramente nuestros hijos la disfrutarían.
Yo seré sincera: cuando escuche lo del campamento escolar se me iluminó el rostro por varios motivos. El primero, porque me parece una experiencia muy divertida y una que seguro Lucía amaría. Y el segundo, porque tendría una noche libre para mí.
Lo sé, pero no me juzguen. Cuando eres madre soltera o divorciada, aunque tengas ex pareja o un papá qué pasa tiempo ocasionalmente con sus hijos, todo el trabajo cae únicamente sobre ti. Es ser la responsable, encargada y cuidadora 24/7. Lo hago con mucho gusto porque adoro a mi hija, pero el 99% de mis días tengo sueño o estoy durmiéndome a las 8 o 9 de la noche porque me quedo dormida donde caiga. Literal.
Entonces cuando dijeron lo del campamento me dio mucho gusto pues no solo ella se divertiría, sino que además nos ahorraríamos tanto gasto y yo tendría mi preciada noche libre para descansar hasta que no pudiera más.
Las maestras bromeaban diciéndonos que seguro ya andábamos todos emocionados haciendo planes para salir de fiesta o con amigos, pero yo solo tenía en mente una sola cosa: dormir. Sí. Así de cansada estoy todo el tiempo.
Pasaron los meses y finalmente llegó el día. Al igual que la primera vez que salí de viaje sin Lucía, experimenté toda clase de emociones conforme iban acercándose los días y las horas para ir a dejarla en la escuela.
Primero, emoción por parte de ambas, porque ella no paraba de hablar del campamento y de que dormiría con todos sus amiguitos. Después, comenzó a invadirme la preocupación: ¿será seguro? ¿Y si le pasa algo? ¿Y si llora por mí? Y finalmente, cuando llegó el momento de dejarla en la escuela, apareció mi vieja amiga la ansiedad.
La despedida
6:30 de la tarde y dejé a mi pequeña hija de tres años en su primer campamento escolar. No me quería ir. Pero no fui la única, varios papás nos quedamos más tiempo del necesario, preguntándoles a las maestras si necesitaban algo o querían que viniéramos más tarde.
Las maestras sólo sonreían el vernos nerviosos y nos aseguraron que todo saldría bien y podíamos irnos tranquilos. A pesar de que me invadía la preocupación, decidí hacer un esfuerzo por disfrutar esa tarde y noche libres.
Mi tarde y noche libres
Me fui a comprar una fruta preparada riquísima que venden en un pequeño establecimiento cerca de casa: manzana cubierta de tamarindo, acompañada de sandía, mango, naranja y pepino, preparados con limon, chile y chamoy. ¡Una verdadera delicia!
Me fui a casa e hice videollamada con un amigo, que me ayudó a distraerme un ratito, y luego hablé por teléfono con otra amiga, que sabía que estaba muy nerviosa y me ayudó a tranquilizarme. Decidí ver Netflix, me puse al corriente con el último episodio de la serie de Luis Miguel y miré el final de Sense8, que había salido hace dos semanas pero no había tenido tiempo de verlo porque siempre me quedaba dormida.
10:30 de la noche y yo con los mil nervios. Hasta eso que las maestras estuvieron publicando fotos y transmitiendo en vivo en un grupo privado en Facebook donde estamos todos los papás de la escuela y asegurándonos que todo estaba bien. Me tranquilizó y al mismo tiempo me dio risa ver qué no era la única que estaba al pendiente de las actualizaciones y dejando comentarios en las publicaciones.
Finalmente, decidí que era hora de dormir para verdaderamente aprovechar y descansar. Me costó un poco de trabajo pero desde luego, caí rendida. En la noche me desperté un par de veces buscando a Lucía, hasta que recordé que estaba en el campamento escolar y nuevamente me dormía.
A la mañana siguiente fui al gym una hora y saliendo de ahí fui por ella. Cuando la vi, supe que valió la pena dejarle ir. La sonrisa y la felicidad en ella eran grandes, y nos abrazamos con mucho amor cuando nos vimos.
Han pasado dos días y es hora que no deja de hablar del campamento y de la búsqueda del tesoro que hicieron. Sin duda fue una buena decisión y una experiencia que espero recuerde por muchos años.
Foto de stock Niña con mochila de TierneyMJ/Shutterstock